miércoles, 12 de agosto de 2009

TROZOS DE CIUDAD

Resulta curioso como existen diferentes formas de recorrer una ciudad; atravesarla sin más de un punto a otro con un destino predeterminado o caminarla.
Cuando caminamos una ciudad, la entendemos, la olemos, la tocamos... nos damos cuenta de que aquellos lugares por donde caminó un dictador antes de emprender su cruzada particular es hoy un rincón donde relacionarse con ella, con su gente, con nuestras papilas gustativas.
Al entender una ciudad no vemos un banco con jubilados ociosos junto a adolescentes restregándose por los suelos sino un diálogo inter-generacional en unos pocos metros cuadrados en el que la forma de expresarse de unos se solapa y enriquece con la experiencia y contemplación de los otros; y viceversa.
Oliendo una ciudad somos capaces de asimilar distintos aromas, a priori incompatibles, que tienen sentido al darse cuenta de que no sólo se estudia leyendo libros, que un centro comercial no es solamente una amalgama de tiendas y que, aunque los lugares son lo que les dejamos ser, muchas veces nos comportamos como ellos quieren que lo hagamos.
Al fin y al cabo cuando toco mi ciudad siento las grietas del tiempo de sus rincones, noto la plaza, las calles, otrora gloriosas de esplendor, llenas hoy de nostalgia reinventada.

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