viernes, 5 de diciembre de 2008

Busco trabajo

En estos tiempos de crisis no hay nada mejor que tener sentido del humor. Pero ni con esas encuentra uno trabajo.

sábado, 22 de noviembre de 2008

La ironia del revés y el derecho

Con el alma transida
entre si y no
aparco esta mañana la memoria
del amor por la vida.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Manifiesto a favor de Luis Garcia Montero

El catedrático de la Universidad de Granada Luis García Montero ha sido condenado por injurias graves a un profesor de su mismo departamento que viene sosteniendo, desde hace años, que Lorca era un fascista asesinado por los suyos y que Ayala fue un valedor del fascismo. El condenado ha decidido no recurrir la sentencia y abandonar de manera definitiva su docencia en la Universidad de Granada. Luis García Montero dijo que la Universidad de Granada tenía un problema, el de ese profesor disparatado que somete a sus alumnos a un adoctrinamiento insensato. Ahora, la Universidad de Granada tiene dos problemas: ese presunto profesor cuenta con un incomprensible refrendo judicial para seguir propalando sus felonías, mientras la Universidad pierde a uno de sus mejores profesores. Enhorabuena. Todos nosotros, profesores, alumnos y ciudadanos, nos sentimos condenados por esa misma sentencia y queremos hacer público nuestro refrendo a la fecunda trayectoria del catedrático Luis García Montero, al valor de su magisterio y a su contrastada defensa de la dignidad de las personas y las instituciones libres. Perdemos a alguien muy valioso y nos quedamos con lo que hay. Y no sabemos callarnos.

Si suscribes este manifiesto y quieres firmarlo envía un correo con tu nombre y DNI a: apoyoaluisgarciamontero@gmail.com

viernes, 17 de octubre de 2008

La ciudad de los niños - la motivación

El proyecto "La ciudad de los niños" nace en Fano (Italia), en mayo del 1991.Rechazando una interpretación exclusivamente de tipo educativo o simplemente de ayuda a los niños, el proyecto desde del inicio ha tenido una motivación política; trabajar hacia una nueva filosofía de gobierno de la ciudad, tomando a los niños como parámetro y como garantía de las necesidades de todos los ciudadanos. No se trata de aumentar los recursos y servicios para la infancia, se trata de construir una ciudad diversa y mejor para todos, de manera que los niños puedan vivir una experiencia como ciudadanos, autónomos y participativos. El proyecto se basa en diversas motivaciones, las más importantes y significativas se encuentran sintetizadas a continuación.
La degradación de las ciudades está provocada, en gran parte, por la decisión de privilegiar las necesidades de los ciudadanos adultos, hombres y trabajadores como prioridad económica y administrativa; esto afecta a todos los ciudadanos, especialmente a los más débiles y a los más pequeños. El poder del ciudadano adulto trabajador, se demuestra claramente debido a la importancia que el coche ha adquirido en nuestra sociedad, condicionando las decisiones estructurales y funcionales de la ciudad, creando graves dificultades para la salud y la seguridad de todos los ciudadanos.
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Francesco Tonucci (www.lacittadeibambini.org)

La ciudad de los niños - la ciudad

En las últimas décadas, debido a la elección del ciudadano adulto y trabajador como parámetro de desarrollo y de cambio, la ciudad ha perdido una de sus características originarias, la de ser un lugar de encuentro e intercambio entre las personas. Ha renunciado a los espacios públicos que como punto de encuentro y de intercambio eran imprescindibles. Los patios, las aceras, las calles y las plazas han adquirido cada vez más, funciones asociadas al automóvil y al comercio, quitándoselas a los ciudadanos. La ciudad ha renunciado a ser un espacio compartido y sistémico, en el cual cada parte necesita de las otras, para destinar espacios definidos a funciones y clases sociales diversas, construyendo guetos y zonas privilegiadas, vaciando los centros históricos dando vida a las modernas periferias. Las ciudades se han modificado y se han transformado en un ambiente malsano para la salud, debido a la contaminación atmosférica y acústica, a que están sucias y son peligrosas.
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Francesco Tonucci (www.lacittadeibambini.org)

La ciudad de los niños - el costo

La imposibilidad de satisfacer las necesidades primarias de los niños, como por ejemplo la experiencia de jugar con sus amigos sin ser controlados por los adultos, en los años en los que se construye la personalidad del hombre y de la mujer, tiene un precio personal y social muy alto, que perjudica la formación de adultos serenos, responsables y conscientes.Las soluciones privadas como recurrir a la defensa personal( las puertas blindadas, los sistemas de alarmas), acompañar a los niños en coche o el aumento de los bienes, no ofrece una solución adecuada a las exigencias de los más pequeños, que frecuentemente se exponen a largo periodos de soledad. Es preciso pensar en soluciones sociales que impliquen un cambio real de la ciudad , de sus características estructurales y del comportamiento de los ciudadanos.
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Francesco Tonucci (www.lacittadeibambini.org)

La ciudad de los niños - cambiar parámetros

Los niños desde pequeños, son capaces de interpretar y de expresar sus propias necesidades y contribuir al cambio de su ciudad. Sus necesidades coinciden con las de la mayor parte de los ciudadanos, sobre todo con las de los más débiles. Vale la pena darles la palabra, llamarlos a participar, porque quizás en su nombre y por su bienestar, es posible pedir a los ciudadanos adultos los cambios que dificilmente estarían dispuestos a aceptar y a promover por otros motivos.Este proyecto propone, cambiar el parámetro y pasar del adulto, hombre trabajador, al niño: se trata de conseguir que la Administración baje sus ojos hasta la altura de un niño, para no perder de vista a nadie. Una ciudad adecuada a los niños es una ciudad adecuada para todos.Es una propuesta transversal que implica a todos los sectores de la Administración, por ello se confía al alcalde y a todos los miembros de la Junta.
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martes, 7 de octubre de 2008

Una mañana de uno cualquiera

Hoy no sé si me he levantado o si sigo en la cama todavía, de pie estoy, por lo tanto despierto; pero mi cabeza, un día más, se quedó en la cama.
¿Desayuno? Ni me acuerdo. La monotonía de los medios de comunicación me vuelven a acompañar al trabajo. Menos mal que por lo menos puedo ver a la nueva secretaria. Siempre he pensado que ya que no voy a salir de esta jodida oficina durante las próximas diez horas, ver una cara bonita me alegra parte del día; son esos segundos mágicos que hacen que la vida valga la pena, que mi cabeza se levante de la cama.
El resto del día; sumamente rutinario. A veces creo que prefiero la vida bohemia, alcohólica y sin sentido que otros se empeñan en practicar en la otra esquina, que el frío lujo en el que me muevo. Pero, ya estoy subido al carro, a ver quién me baja.
Espero despertar mañana, buenas noches.

jueves, 2 de octubre de 2008

Lo que dijo él

Dijo él:
- Puedo darte todo, menos esto.
Dijo ella:
- No quiero nada, solo esto.
Y vivieron infelices para siempre.
Lúcio de Oliveira

martes, 30 de septiembre de 2008

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La historia de Andrés, Juana y algunos más

Parece mentira. 81 años de vida, de sacrificio, de lucha por sacar a una familia adelante y uno termina aquí, en una residencia de ancianos. Que palabras más feas “residencia de ancianos”. Que lugar menos residencial y tan terminal.

A priori, este es el pensamiento de la mayoría de nosotros, gente joven, llena de vida todavía que ve la tercera edad como algo aún lejano, inalcanzable quizás. Una edad lejana que es una realidad para Andrés.

Andrés, un joven de 81 años que vive en una residencia a orillas del mar, en una isla; ese trozo de “continente” en medio del océano que tanto le ha dado y en el que tanto ha perdido, como a Juana.

Juana, esa muchachita joven, pizpireta, llena de vida también que se levanta cada mañana para ir a trabajar a la factoría de pescados.

Radiante y feliz sale de su casa en el Barranquillo de Don Zoilo. Fuera la espera su prometido, ocho meses hablando dicen que llevan. Bajan la calle juntos, uno al lado del otro se miran cómplices, esperan a doblar la esquina y, como es habitual en aquellos días de mediados de los años 50, se cogen de la mano ahora que ya nadie les ve. Llegan al trabajo en el barrio de pescadores de Guanarteme; es duro el día a día en una fábrica como esta, pero están juntos. Entre jornada y jornada se entretienen hablando de los preparativos de la boda, las fechas, los invitados, el dinero que no hay, el viaje que no se sabe si se podrá hacer. Así, poco a poco pasan los días hasta ese instante, el día mas feliz de sus vidas.

Un rumor corre por el barrio de Schaman, la calle Pedro Infinito se llena de gente que clava los ojos y murmuran al paso de Andrés. La tía Pino lo sospecha, lo sabe; tal vez con esa certeza que sólo te da la edad, la experiencia de vivir en un barrio obrero, las veces que ha visto la vida pasar y cambiar de rumbo o la suma de todos esos factores en la piel de una mujer. Juana está embarazada, le dice la tía Pino a Andrés, esa chiquilla te va a traer problemas. Él, seguro de sí mismo, no hace caso de rumores.

Una mañana más se levanta para ir a trabajar, pero no es un día cualquiera, es ese día, el momento en el que Carlos, el hermano de Juana, no aguanta más el corretear de los rumores y lo espera en la puerta de su casa. Andrés, tenemos que hablar, le dice Antonio. Él, que hasta el momento no hacía caso de rumores, siente un sudor frío que le recorre el cuerpo y no hace otra cosa que recordar su conversación con la tía Pino.

Caminan juntos en dirección a la casa del Barranquillo a la que igualmente habría de ir a buscar a Juana, pero esta vez es distinto, va acompañado de su hermano, del desconcierto y de la vergüenza. Ella lo está esperando ignorando que se está precipitando lo que sabe que tarde o temprano tendrá que suceder. Juana sale al encuentro de Andrés y al ver a Carlos se queda quieta, pálida. La mezcla entre arrepentimiento, vergüenza y alivio que siente de un plumazo le hace saber que ya ha llegado el momento de dar explicaciones. Juana dile a tu hermano que yo no te he tocado, balbucea un nervioso Andrés. Ella, bebiéndose las lágrimas, sólo puede asentir con la cabeza.

La hermana mayor de Juana, está casada en segundas nupcias con un viudo, padre de un joven apuesto y algo alocado que vive en la casa familiar. La vida familiar es complicada. La convivencia y el afecto hacen confundir muchos sentimientos, muchas necesidades físicas que nunca fueron bien vistas a mitad del siglo pasado. La libertad sexual y la normalización de los métodos anticonceptivos aún tardarían mucho en llegar. Ahora vienen las responsabilidades, la absurda idea de la boda como solución universal a los “múltiples problemas” de la libido descontrolada.

Andrés, compuesto y sin novia, sólo puede ver pasar la comitiva nupcial. No ha pasado mucho tiempo desde que se precipitaron todos los acontecimientos. Hay que solucionarlo antes de que se empiece a notar, son las palabras más pronunciadas en la casa de Juana. Él, sin embargo, no puede escuchar nada de la boda sin sentirse vacío, traicionado. La desesperación del no saber qué hacer lo invade cada mañana en la factoría, a la que llega solo. La vida continúa, dialoga consigo mismo, tengo que seguir mi camino.

Nueve meses más tarde la alegría de la decisión tomada cobra tintes amargos. Juana no lo supera y lo que esperaba fuera el comienzo de una nueva vida se convierte, trágicamente, en el final de la suya. El niño crecerá al cuidado de su tía sin conocer a su madre, sin nadie que le hable de Andrés, de aquellos días en los que bajaban felices, cogidos a escondidas de la mano hasta la fábrica de pescados. Cosas de la vida.

Y ahora aquí, en la tercera planta de su nuevo hogar, Andrés, este jovenzuelo de 81 años recuerda nostálgico a su primera novia, Juana, con la que pudo tener una vida distinta, feliz quizás, pero sin cuya pérdida no podría haber conocido a su mujer, ni haber tenido a sus hijos, ni disfrutar con el cariño de sus nietos que, hace sólo dos días lo visitaron en su última habitación.

Para disfrutar de la vida, de sus sin sabores, de su alegría, no queda otra cosa que vivirla, caminarla y llegar feliz a esa edad, la edad de la contemplación.

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lunes, 29 de septiembre de 2008

La Vida de Andrés

81 años, 2 hijos, 6 nietos y 2 bisnietos; el menor de 7 hermanos, todos ellos muertos al igual que sus padres. Dos grandes amores, Juana y Carmen, su mujer, ambas muertas; albañil, jugador de fútbol, trabajador en una factoría de pescado y quién sabe en cuántas cosas más.

Una vida dura, de eso no cabe duda. Sobrevivir a tus dos amores, a tus hermanos... Una pasión, el fútbol, truncada por una lesión que hoy en día le tiene postrado casi permanentemente en una silla de ruedas; dura, injusta, tal vez.

Que la vida iba a ser dura ya lo aprendió desde muy joven cuando con apenas 9 años se enteró de que algo malo pasaba al ver a unos hombres con camisas azules disparando al aire mientras jugaba al fútbol en la playa de Las Alcaravaneras y no se le olvidó cuando un año más tarde su padre lo consiguió convencer para llevarlo consigo a faenar a los caladeros africanos. Lo volvió a recordar cuando casi 70 años más tarde sus hijos se le acercaron un día para decirle que ya no podían cuidar de él, “vamos a empezar a buscar un sitio en donde puedan cuidar de ti”, le dijeron.

Cuando le preguntas a Andrés qué es lo importante de la vida para él, no contesta, se queda sin palabras; sin embargo, uno le pregunta si ha sido feliz, y no duda en contestar que sí, que lo sigue siendo. Y cómo no va a haberlo sido, “aquí tengo todo lo que necesito y me tratan muy bien”, culmina Andrés con una sonrisa desde su cama en la tercera planta de su nuevo hogar.
Cuánto nos queda por aprender.